Monday, February 13, 2017

Apología a mi generación

No recuerdo quién en este momento pero hace 2500 años, un filósofo griego se quejaba que la juventud de "hoy" estaba descarriada y era irrespetuosa, que no querían hacer nada y que "en mis tiempos de juventud" la juventud era más virtuosa e instruida.

Esto quiere decir 2 cosas:
1o- Que el síntoma de 'todo tiempo pasado fue mejor' es nada más que eso, un síntoma de juventud, un momento inédito de juventud personal. Por otro lado, la vida transcurre paralela al desarrollo tecnológico que avanzan en progresión geométrica. Para un individuo de cualquier época el pasado fue más simple y sencillo. 
En 1982 un anciano, don Emilio Manescau, amigo mío de 95 años, me decía que la vida en Madrid era tan agradable que no tenía nada que ver con la vida agitada de "hoy", con las calles llenas de automóviles bulliciosos; el hombre desde que se levantaba era con su corbata, chaleco, sombrero, bastón, reloj de bolsillo, paseando por los bulevares y quitándose el sombrero delante de las damas, (dicho sea de paso, conoció a Rubén Darío en un bar del paseo del Prado en donde solían reunirse en tertulias los intelectuales de la época). O sea que para nuestros nietos el "hoy pasado" será mejor que el "hoy futuro".

Y 2o- No siempre se cumple este fenómeno de perspectiva personal. El mundo avanza, evidentemente, y para mejor. Los derechos humanos y los avances tecnológicos hacen que este mundo sea cada vez mejor aunque no lo parezca. Las telecomunicaciones nos ponen el mundo al día y a nuestro alcance. Tenemos una expectativa de vida mayor y menos posibilidades de morir atravesados por una espada, o comidos por un león, o decapitados por una guillotina. Con la abolición de la esclavitud en USA para los negros no era posible decir que todo pasado fue mejor. 
¡Ah! Pero sin embargo, hay excepciones de “pasado mejor”; los años sesenta fueron algo extraordinario, fue una revolución social y cultural que se inició con la postguerra, que nació con el estigma de una guerra brutal e inhumana en la que la juventud sobreviviente demandó un cambio urgente y renovador, sobrevivir a ese “apocalipsis” era renacer, ser libre. Nuevos pensamientos, ideas e ideologías (no tan nuevas) se empezaron a propagar por el mundo. Por primera vez en la Historia la juventud pasó a ser protagonista de los cambios: revoluciones sociales y revoluciones culturales. Al menos en el ámbito musical, por primera vez, la gente joven marcó la pauta de cuál sería el nuevo rumbo de la música. Ese sentimiento de rebeldía inicial impulsó la música por nuevos derroteros imprevisibles, echando mano de nuevas tecnologías y desoyendo sacrílegamente a las inamovibles teorías musicales. 

Por mi parte, no dudo en pensar que en la década del sesenta comenzó un nuevo RENACIMIENTO de la música. Esta vez de la música popular que, por primera vez, fue protagonista, relegando a la música académica a un segundo plano o al museo de la música. Las fuentes de inspiración y creatividad parecían no tener límites. El Rock, tan maleable en sí, empezó a fusionarse con la música clásica, el Jazz y el Folk, creando nuevos estilos y corrientes musicales. Luego se universalizó al fusionarse con ritmos étnicos: raga-rock, celtic-rock, andean-rock, flamenco-rock, tropical-rock, etc. En España e Iberoamérica la música nacional empezó a adoptar el rock y lo hizo suyo. Particularmente Brasil, con su inagotable riqueza musical no fue la excepción en cuanto a la asimilación del rock siendo el bosa el más beneficiado. La música pop sufrió cambios tan incontenibles y en tan poco tiempo que (aprox.: 1964-1974) la pronta decadencia fue inevitable, acelerada por el mercado saturado, la crisis del petróleo y los nuevos parámetros impuestos por las casas disqueras que frenaron la creatividad composicional para dar paso al comercialismo y la moda. La mediocridad invadió poco a poco la industria de la música y los músicos pioneros y creativos tuvieron que adaptarse y venderse al nuevo orden músico-comercial o a exiliarse en las plazas públicas, o en las estaciones de metros.

Sin duda alguna nos ha tocado vivir, a nuestras generaciones de la post guerra, tiempos históricos en los que ellas fueron protagonistas de un cambio profundo que todavía hoy se hace sentir. Dentro de cientos de años se hablará de la generación del Sesenta, estoy seguro. Y esta incluye, desde luego, a la germinación de los Cincuenta y a la culminación de los Setenta.



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