Ulises
Huete, el muchacho de Bronce
Por
Carlos Mejía Godoy
Cultura,
el semanario del 19 al 26 de mayo de 1995
El
joven me estaba esperando en la puerta de Leganitos 13, la antigua calle
madrileña, a solo 300 metros de Plaza de España y a menos de dos cuadras de la
Gran Vía. No creo que tuviese más de veinte años, en aquellos días
embriagadores de nuestra Revolución.
-Soy
Ulises Huete, dijo extendiendo su mano cálida. No hubo necesidad de decir que
era nicaragüense. Tenía no solo el acento inconfundible del solar patrio, sino
–sobre todo- el “modo de la gente de allá”.
Ni
carta de recomendación, ni tarjeta de visita, ni curriculum vitae bajo el
brazo. Pero traía algo esencial: la chispa de la nobleza humana titilando en
los ojos pícaros, vivaces.
Íbamos
subiendo, recuerdo clarito, en el ascensor del edificio, cuyo apartamento
pagaba yo con el cheque trimestral de mis derechos de autor. Todo fue sentarse
y ya estábamos hablando: de la familia, de Nicaragua, de la alfabetización, del
movimiento cultural.
Sacó un
cuaderno llenito de apuntes, versos y proyectos. Eran sueños deshilachados, en
el código de la letra cumiche. De lo que estoy seguro es que en esa primera
plática, -no sé si por timidez o suspicacia- no habló de su afición por el
canto. Tampoco mencionó el acordeón usado, marca “Pallestrina”. Mi memoria no
registra ese recuerdo. Mucho menos que se atreviera a hablar de su oficio de
trotacalles por bares y plazoletas cantando mis canciones.
De lo
que estoy seguro es que después de consumir un “yo pantalón corto, con
sentimiento” al mejor estilo de “Lencho Escaliche”, bajamos a la conserjería,
nos instalamos algo más de una hora en un rincón de la Plaza Santo Domingo,
sorbimos una caña, con aceitunas, mientras un chico recitaba blasfemias
irrepetibles, porque el traganíqueles le había robado 50 pesetas.
Después,
cuando ya empezaba a oscurecer, Ulises Huete tomó el Metro hacia su bonito
pareado, síntesis de su corazón chontaleño.
“Soy
poeta creado en el recio crisol de Darío / Soy rebelde forjado en el bronce
tenaz de Sandino.”
Me
gustó lo del “recio crisol”. Pero más me gustó su “Bronce tenaz”. Porque el
recio crisol abunda en la orfebrería. Pero el bronce tenaz es la materia prima
de la CAMPANA, capaz de convocar a la lucha, al amor, a la solidaridad.
LA
WISQUERIA DE JUANJO
Juan
José Pinto es un andaluz de El puerto de Santa María. Dice que es vecino de
Alberti, el poeta mayor del sur, autor de “La Arboleda perdida”. Pero quien de
veras LE FLIPA es el cura de Solentiname, Ernesto Cardenal. Tiene en las
paredes poemas enteros del entonces Ministro de Cultura. Epigramas, Salmos, y
hasta un fragmento de la “Carta a Monseñor Casaldáliga”, el obispo rebelde de
Brasil.
Juanjo
es muy amigo de las muchachas que laboran en la Embajada de Nicaragua. –Vienen
mucho por acá. Sobre todo Leyla, la morenita simpática que me ha presentado a
todos los sandinistas.
Yo pido
un biterkas. Pero Juanjo es radical en asuntos de copas: De biterkas ni puto
caso. Tú te tomas un <<Rojinegro>> que nos hemos inventado aquí,
con Ron Cubano y unas copas de Flor de Caña que tenía Somoza en su búnker.
¡Venga, tío! Y allí está servido el trago solidario. Y mientras el andaluz
apura el suyo a manera de brindis, agrega: -¡Por Sandino, hoy y siempre!
De
veras me siento más en Nicaragua en este pequeño rincón de Madrid, que en la
propia Misión Diplomática Oficial. En un recuerdo, hecho a manos con
rotuladores de colores, puedo leer: Ven a nuestro concierto por Nicaragua /
Ulises Huete y Nicoya ¡Patria libre o morir!
-Aquí
te vas a quedar sentado, sorbiendo tu “Rojinegro”. Y ahora vas a ver por vez
primera cómo eras vos cuando cantabas en los barrios de Managua en los años
setenta, me dijo Leyla, poniendo las reglas del juego. Música testimonial en
aquel ambiente abigarrado: humo, cervezas y consignas revolucionarias. De
pronto aparece en el tablado, un joven de larga melena, cotona de manta cruda y
un acordeón terciado [una guitarra al revés]. Empieza a desgranar la mazorca:
“Clodomiro el Ñajo”, “Son tus perjúmenes mujer”, “Flor de Pino”, “La tumba del
Guerrillero”…
¿Que es
igualito a mí? ¿Qué parece el hermano menor de los Mejía Godoy? Todo eso me
pareció exagerado. Pero sí me sorprendió el inmenso carisma de este muchacho
Huete, que, sin lugar a dudas, es un comunicador nato: Y de veras me siento
honrado al verlo, entregándose con tanta vehemencia al oficio de cantor
popular. Es más, no veo por qué tenga que imitar a nadie, El vale por sí mismo.
Ipegüe:
Perdí de vista a aquel estudiante que conocí en la España de los ochenta. Hoy,
trece años más tarde, su padre, el Dr. Ulises Huete me hace llegar sus poemas y
un CD que acaba de publicar en Miami. El título no puede ser más elocuente:
Bronce.
Lo he
leído con verdadera fruición. Una obra de excelente calidad artística y humana.
Bronce: campana clara. Como aquella de Leganitos 13, capaz de convocar a la
lucha, al amor y a la solidaridad.
Carlos Mejia Godoy
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