Thursday, November 20, 2014

Las puertas del delirio

La paz siempre ha sido un estado inestable entre dos guerras, pudiera decirse que es una guerra dormida, con sobresaltos e insomnio.

The Gates of Delirium (Yes, UK 1974) es una composición épica de rock sinfónico de veintiún minutos y cincuenta y dos segundos que narra un alzamiento y sangrienta batalla en un planeta lejano de la galaxia. Tanto letra como música nos mueve en los diferentes estadios del ciclo bélico que, al final, resulta ser el estado natural del ser humano "de este planeta de aquí."

Los primeros ocho minutos nos transmite la sensación de inseguridad de una falsa paz, la incertidumbre del diario vivir bajo la constante amenaza de una espada de Dámocles.

A los ocho minutos estalla la guerra fratricida, el choque entre ambos ejércitos hace rechinar los metales a  altos decibelios. Nunca la música había sonado con tanta violencia, alcanzando altas cotas de paroxismo jamás logradas por ningún grupo metalero. El horror se desborda con sumo realismo a través de los audífonos o bien desde un estéreo de alta fidelidad y a buen volumen.

A los diez minutos con veinte segundos, los niveles de exaltación alcanzan -en crescendo- las puertas del delirio bajo el impulso frenético de todos los instrumentos (batería, guitarra, teclados y percusión metálica) conducidos por el ostinato del bajo de Squire, en el cual todo se mueve en cámara lenta, como si el tiempo se eternizara. Las luchas cuerpo a cuerpo avientan el  polvo, el sudor y la sangre por los aires, chocan escudos contra escudos, yelmos contra yelmos, espadas contra espadas. Cual lobos, los caídos aúllan con pánico infernal. Los guerreros siguen luchando sin tregua, evacúan sus intestinos y sus vejigas de pie, no hay tiempo para tomar alimentos ni líquidos, la batalla continúa toda la noche, uno de cada dos muerde el polvo, los dioses rugen azuzando a sus fichas de ajedrez.

A los doce minutos con cuarenta y dos segundos sobreviene el ataque aéreo, los poblados son bombardeados inmisericordemente, los niños lloran y tiemblan, las mujeres corren a abrazarlos mientras las metrallas cortan sus pasos. Los aviones escupieron el odio acumulado en la paz y el fuego es ahora dueño de la noche.

A los catorce minutos y cincuenta y un minutos la desolación es total, el humo empaña a la aurora, hay una sensación de paz, la paz verdadera es la muerte. El sol empieza a brillar en el campo santo mientras un rayo de esperanza incide en las pupilas de los sobrevivientes. La paz que precede a otra guerra empieza a germinar con el deseo de vivir. El ciclo de la humanidad continúa su inexorable rotación bélica en este planeta de esta galaxia.

Este comentario no tiene nada que ver con la letra original de la obra, es solo una interpretación mía basada en la audición de este magnífico tema del LP Relayer del grupo británico YES, editado en 1974.








Sunday, November 2, 2014

Escrito de Carlos Mejía Godoy

Ulises Huete, el muchacho de Bronce
Por Carlos Mejía Godoy
Cultura, el semanario del 19 al 26 de mayo de 1995

El joven me estaba esperando en la puerta de Leganitos 13, la antigua calle madrileña, a solo 300 metros de Plaza de España y a menos de dos cuadras de la Gran Vía. No creo que tuviese más de veinte años, en aquellos días embriagadores de nuestra Revolución.
-Soy Ulises Huete, dijo extendiendo su mano cálida. No hubo necesidad de decir que era nicaragüense. Tenía no solo el acento inconfundible del solar patrio, sino –sobre todo- el “modo de la gente de allá”.
Ni carta de recomendación, ni tarjeta de visita, ni curriculum vitae bajo el brazo. Pero traía algo esencial: la chispa de la nobleza humana titilando en los ojos pícaros, vivaces.
Íbamos subiendo, recuerdo clarito, en el ascensor del edificio, cuyo apartamento pagaba yo con el cheque trimestral de mis derechos de autor. Todo fue sentarse y ya estábamos hablando: de la familia, de Nicaragua, de la alfabetización, del movimiento cultural.
Sacó un cuaderno llenito de apuntes, versos y proyectos. Eran sueños deshilachados, en el código de la letra cumiche. De lo que estoy seguro es que en esa primera plática, -no sé si por timidez o suspicacia- no habló de su afición por el canto. Tampoco mencionó el acordeón usado, marca “Pallestrina”. Mi memoria no registra ese recuerdo. Mucho menos que se atreviera a hablar de su oficio de trotacalles por bares y plazoletas cantando mis canciones.
De lo que estoy seguro es que después de consumir un “yo pantalón corto, con sentimiento” al mejor estilo de “Lencho Escaliche”, bajamos a la conserjería, nos instalamos algo más de una hora en un rincón de la Plaza Santo Domingo, sorbimos una caña, con aceitunas, mientras un chico recitaba blasfemias irrepetibles, porque el traganíqueles le había robado 50 pesetas.
Después, cuando ya empezaba a oscurecer, Ulises Huete tomó el Metro hacia su bonito pareado, síntesis de su corazón chontaleño.
“Soy poeta creado en el recio crisol de Darío / Soy rebelde forjado en el bronce tenaz de Sandino.”
Me gustó lo del “recio crisol”. Pero más me gustó su “Bronce tenaz”. Porque el recio crisol abunda en la orfebrería. Pero el bronce tenaz es la materia prima de la CAMPANA, capaz de convocar a la lucha, al amor, a la solidaridad.
LA WISQUERIA DE JUANJO
Juan José Pinto es un andaluz de El puerto de Santa María. Dice que es vecino de Alberti, el poeta mayor del sur, autor de “La Arboleda perdida”. Pero quien de veras LE FLIPA es el cura de Solentiname, Ernesto Cardenal. Tiene en las paredes poemas enteros del entonces Ministro de Cultura. Epigramas, Salmos, y hasta un fragmento de la “Carta a Monseñor Casaldáliga”, el obispo rebelde de Brasil.
Juanjo es muy amigo de las muchachas que laboran en la Embajada de Nicaragua. –Vienen mucho por acá. Sobre todo Leyla, la morenita simpática que me ha presentado a todos los sandinistas.
Yo pido un biterkas. Pero Juanjo es radical en asuntos de copas: De biterkas ni puto caso. Tú te tomas un <<Rojinegro>> que nos hemos inventado aquí, con Ron Cubano y unas copas de Flor de Caña que tenía Somoza en su búnker. ¡Venga, tío! Y allí está servido el trago solidario. Y mientras el andaluz apura el suyo a manera de brindis, agrega: -¡Por Sandino, hoy y siempre!
De veras me siento más en Nicaragua en este pequeño rincón de Madrid, que en la propia Misión Diplomática Oficial. En un recuerdo, hecho a manos con rotuladores de colores, puedo leer: Ven a nuestro concierto por Nicaragua / Ulises Huete y Nicoya ¡Patria libre o morir!
-Aquí te vas a quedar sentado, sorbiendo tu “Rojinegro”. Y ahora vas a ver por vez primera cómo eras vos cuando cantabas en los barrios de Managua en los años setenta, me dijo Leyla, poniendo las reglas del juego. Música testimonial en aquel ambiente abigarrado: humo, cervezas y consignas revolucionarias. De pronto aparece en el tablado, un joven de larga melena, cotona de manta cruda y un acordeón terciado [una guitarra al revés]. Empieza a desgranar la mazorca: “Clodomiro el Ñajo”, “Son tus perjúmenes mujer”, “Flor de Pino”, “La tumba del Guerrillero”…
¿Que es igualito a mí? ¿Qué parece el hermano menor de los Mejía Godoy? Todo eso me pareció exagerado. Pero sí me sorprendió el inmenso carisma de este muchacho Huete, que, sin lugar a dudas, es un comunicador nato: Y de veras me siento honrado al verlo, entregándose con tanta vehemencia al oficio de cantor popular. Es más, no veo por qué tenga que imitar a nadie, El vale por sí mismo.
Ipegüe: Perdí de vista a aquel estudiante que conocí en la España de los ochenta. Hoy, trece años más tarde, su padre, el Dr. Ulises Huete me hace llegar sus poemas y un CD que acaba de publicar en Miami. El título no puede ser más elocuente: Bronce.
Lo he leído con verdadera fruición. Una obra de excelente calidad artística y humana. Bronce: campana clara. Como aquella de Leganitos 13, capaz de convocar a la lucha, al amor y a la solidaridad.


Carlos Mejia Godoy



Saturday, November 1, 2014

¿Pinoleros o Gallopinteros?

Solamente me voy a referir a tres platos nicaragüenses representativos de nuestra cultura culinaria: El Gallo Pinto, el Nacatamal y el Bajo.

El Gallo Pinto es un plato compuesto de arroz y frijoles rojos mezclados, así de simple. Posiblemente su origen sea el de un recalentado de sobras de arroz y frijoles del día anterior para ser servido en el desayuno. El arroz es un cereal de origen asiático, introducido en España por los árabes y traído a América por los españoles. Este se ha convertido en alimento básico en Centroamérica y el Caribe, no siendo así en algunos países del norte y del sur como Argentina, Uruguay, USA y Canadá. Por otro lado, el frijol que existe en cientos de variedades y tiene diferentes nombres según el país (alubias, habas, habichuelas, porotos, judías, fabas, fabes, pochas, balas, caraotas, fríjoles, frijoles, etc.) es oriundo de América, sin embargo se conocen variedades del grano en la antigüedad, en Europa y en Asia, lo cual nos indica que ya existía a ambos lados del Atlántico. Los árabes los conocían como al-lubiya, yehudi por los hebreos y iudaeus por los romanos. El frijol centroamericano o rojo como lo conocemos en Nicaragua es el que se usa para elaborar el gallo pinto; este frijol, pequeño e intensamente rojo, básicamente se cuece con ajo y sal y a partir de allí se elaboran varios platillos y sopas a base de frijol. Como dije anteriormente, el gallo pinto era el producto de revolver los frijoles fritos con el arroz frito del día anterior pero actualmente se elabora con arroz y frijoles frescos del día debido a que se ha convertido en un acompañante que no falta en el desayuno, el almuerzo y la cena. Forma de preparar el gallo pinto: Se fríen los frijoles cocidos en aceite con cebolla, luego se le agrega el arroz previamente frito y se revuelven hasta que se homogenice la mezcla y coja la textura aceitosa, se apaga el fuego, se rocía con un poquito de vinagre para que suelte el olor a "gallopinto" y se deja tapado. Muchos lo prefieren sobrerecalentado y tostado por varios días hasta que quede crujiente. En Centroamérica se le conoce con diferentes nombres, en Cuba como Moros y Cristianos o Congrí si está hecho con frijoles negros.

El Nacatamal es un plato muy nicaragüense que, posiblemente, su origen se remonte a tiempos prehispánicos. Su nombre viene del náhuatl naca (carne) y támatl (empanada hervida). Es probable que en un comienzo su elaboración fuera a base de maíz con achiote, tomate, pimiento (chiltoma) y otros productos de la región más la carne de venado, pavo, tapir, iguana o cualquier otro animal silvestre. Seguramente en tiempos de la colonia se fueron agregando los ingredientes del viejo mundo a los cuales estamos acostumbrados en los nacatamales  de la actualidad: carne de cerdo, arroz, papa (traída del Perú por los españoles), cebolla, aceituna, alcaparra, yerba buena y ocasionalmente pasas y ciruela pasa. El tamal es un producto aborigen de Méjico muy popular en Mesoamérica y extendido a otros países ajenos a la cultura nahua como Cuba, Puerto Rico, Venezuela, etc. y que han hecho sus propias versiones. En Nicaragua, región influenciada antiguamente por los nahuas, hay una gran variedad de ellos siendo el nacatamal el más elaborado y complejo en su preparación, y el único que conserva su nombre compuesto en náhuatl.


El Bajo o Vaho es otro plato nicaragüense de origen indígena. Originalmente se cocinaba en un agujero practicado en la tierra con paredes de piedra y parrilla de ramas sobre brasas. Se envolvían las carnes condimentadas y la verdura de la región en hojas y se cocinaban, no al vapor como se piensa, sino al horno, es decir, con calor seco. Basado en este hecho prefiero pensar que el nombre más adecuado era  el de BAJO por cocinarse bajo tierra y no VAHO como hoy en día se cocina, en olla al vapor. Es interesante saber que esta manera de cocinar un Bajo nica existe en diferentes puntos del planeta, independientemente de que unas culturas se hayan copiado o no de otras; parece ser que es una forma natural de idear la cocción de los alimentos con piedras calentadas en agujeros tapados en la tierra y que los hombres de la prehistoria debieron intuir. Existen lugares en Perú (bajo de pescado con verduras), Marruecos ((bajo de cordero) y Méjico, por ejemplo, donde preparan alimentos en agujeros hornos practicados en el suelo y tapados con hojas y que se pueden encontrar vídeos de ellos en YouTube. Es difícil saber qué ingredientes usaban nuestros nativos en Nicaragua para la elaboración de un “bajo” si antes de la conquista no había vacas, ni plátanos. Se me ocurre pensar que echarían mano de las mismas carnes de caza del nacatamal. No estoy seguro si la yuca del Caribe se conocía en Nicaragua y esa es una de las verduras claves del Bajo o Vaho, como prefieran llamarlo.

De estos tres de cientos de otros platos no menos típicos y suculentos de Nicaragua, el Gallopinto debería de ser el número uno pues se consume al menos una vez al día todo el año. Deberían de llamarnos gallopinteros en vez de pinoleros.



Gallopinto
Nacatamal
Bajo o Vaho